Education

La educación en México

By Mary Ann Zehr — April 24, 2002 20 min read
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Carolina Hernández Cruz ha resistido unirse a la oleada de jóvenes de San Miguel Mixtepec que han migrado a los Estados Unidos.

Carolina, de sólo 16 años, es uno de los apenas cuatro adolescentes de su pueblo que asisten a la escuela más allá del noveno grado de estudios. Cada día, ella viaja en autobús casi una hora por un camino no pavimentado hasta la ciudad de Zimatlán para asistir a la escuela media superior, porque en el pueblo no hay ninguna.

Cuadro

Immigrantes mexicanos en los Estados Unidos, de 5 a 18 anos de edad, por estado de origen, desde mediados de la decada del noventa
Nivel promedio de escolaridad, por estado

San Miguel Mixtepec está ubicado en una región montañosa del estado de Oaxaca, 65 kilómetros al sur de la ciudad más grande del estado, que también se llama Oaxaca.

Casi la mitad de los 40 estudiantes del pueblo con quienes Carolina empezó la secundaria - equivalente al séptimo, octavo y noveno grados en el sistema educativo de los Estados Unidos- han dejado de estudiar. Seis adolescentes que terminaron noveno grado con ella ya han migrado ilegalmente a los Estados Unidos en busca de trabajo.

“Mis amigos me han invitado a unirme a ellos en los Estados Unidos”, dice Carolina, que es de origen zapoteca pero habla español sin acento indígena. Durante el viaje a la escuela, ella cuenta amigablemente cosas de su vida mientras el autobús se bambolea de un lado a otro y una maltrecha bombilla de luz se apaga y enciende dentro del vehículo. “Tal vez un día me vaya a estudiar, no a trabajar”, completa.

Bajo el liderazgo del presidente Vicente Fox Quesada, los funcionarios de educación de México han fijado como meta estimular a los adolescentes a tomar la misma decisión de Carolina y extender su educación más allá de noveno grado.

En el ‘Programa Nacional de Educación 2001-2006’, un documento oficial de 269 páginas, los funcionarios también se han propuesto corregir las vastas diferencias del sistema en cuanto a acceso a la educación y calidad de la misma.

De hecho, Fox ha señalado que la educación es su mayor prioridad para el desarrollo de México, donde el 27 por ciento de la población vive en condiciones de extrema pobreza.

Para muchos mexicanos, esas metas son muy importantes, ya que 80 por ciento del financiamiento a la educación proviene del gobierno federal.

Esas ambiciones también pueden llegar a ser significativas para los educadores estadounidenses, pues cada año Estados Unidos recibe miles de niños de su vecino sureño. Muchos llegan de estados pobres del sur de México, como Guerrero y Oaxaca, donde los estudiantes reciben una preparación aun más pobre que en otras partes del país.

Un niño que hoy vive en Oaxaca bien puede, el próximo mes o año, estar asistiendo a una escuela en San Diego. Para los docentes norteamericanos, el desafío es no sólo enfrentar las necesidades educativas de esos niños, sino también crear un puente entre las diferencias culturales de los dos países, de modo de poder ayudarlos mejor.

Más de un millón de niños en edad escolar en los Estados Unidos nacieron en México. Ellos representan 36 por ciento de los inmigrantes en edad escolar en todo el país.

Más de un millón de niños en edad escolar en los Estados Unidos nacieron en México. Según un estudio del Urban Institute, de Washington, DC, ellos representan 36 por ciento de los inmigrantes en edad escolar en todo el país. En 1970 la proporción era de 15 por ciento.

Fox, del Partido de Acción Nacional (PAN), asumió la presidencia mexicana en diciembre del 2000, terminando con 71 años de gobierno ininterrumpido del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Muchos mexicanos consideran al PRI un partido corrupto e inclinado a no dar mucho por la educación. Por eso cuando durante su campaña Fox prometió mejorar la educación y aumentar el presupuesto educativo, sembró esperanzas de cambio entre los electores.

Ahora, los mexicanos dicen que el país necesita que Fox cumpla sus promesas.

El nuevo plan, el ‘Programa Nacional de Educación 2001-2006’, enfatiza el aumento del acceso escolar al nivel de la educación media superior, del décimo al duodécimo grado.

“El desarrollo de la media superior no ha recibido suficiente importancia en México”, dice José Fraustro Siller, subsecretario de planeación y coordinación de la Secretaría de Educación Pública. “Es urgente que proveamos a la media superior el mismo apoyo e infrastructura que hemos dado a la educación básica”.

Pero el plan de la administración Fox también reconoce que el país aun no ha dado cobertura adecuada a los niveles obligatorios de educación: primaria y secundaria.

En 1992, México extendió la educación obligatoria hasta el noveno grado, tres años más que antes, pero las autoridades locales raramente hacen cumplir estrictamente esta obligación.

El programa de Fox también subraya la necesidad de revertir las enormes desigualdades en escolaridad básica. En México, la calidad educativa depende en gran parte de las variables geográfica, étnica y racial. De resultas, los niños indígenas, o de áreas rurales, o de ciertos estados, tienden a exhibir los peores resultados.

En Oaxaca, por ejemplo, el nivel promedio de escolaridad de las personas de 15 años o más es de sexto grado, dos grados inferior al promedio nacional. La jurisdicción de más alto nivel de educación es el Distrito Federal, en la Ciudad de México, cuya población alcanza un promedio cercano al décimo grado.

El programa de Fox enuncia docenas de “líneas de acción” para mejorar la educación de los jóvenes más vulnerables del país. Entre ellas, identificar mejor a los niños que no están recibiendo educación, desde la pre-escolar hasta el noveno grado, asegurar que las escuelas para niños indígenas cuenten con instalaciones adecuadas y maestros asignados, hacer de la evaluación una parte integral del sistema y canalizar más recursos a las poblaciones más necesitadas.

“Antes, el dinero destinado a la educación se usaba con fines políticos”, dice Lorenzo Gómez-Morin Fuentes, subsecretario para la educación básica y normal de la Secretaría de Educación Pública. “Es agradable cortar una cinta e inaugurar una bonita escuela en un distrito urbano, donde uno tiene muchos votantes, en vez de hacerlo a tres horas de la ciudad, en una escuela rural a la que asisten 15 niños”.

“En México todavía es común que el que protesta más fuerte consiga más dinero”, sigue Gómez-Morin Fuentes. “Queremos cambiar eso, pero nos tomará tiempo y esfuerzo”.

Hacer ese cambio es políticamente peligroso, advierte la investigadora Sylvia Schmelkes, a cargo de una nueva oficina de la Secretaría de Educación Pública responsable de promover las escuelas interculturales y bilingües. “Significa dar mucho dinero a la población indígena, a un punto que la población urbana lo va a sentir”, explica Schmelkes. “Habrá que quitar recursos a la clase media urbana, que es la que más protesta”.

Oaxaca está 480 kilómetros al sur de la Ciudad de México, pero parece aun más distante desde aquí, la sede capitalina de la Secretaría de Educación Pública, un edificio de estilo colonial y decorado con murales de Diego Rivera.

Los líderes educativos y los maestros del estado de Oaxaca que trabajan en las escuelas en algunas de las áreas más duras del país dicen que hasta ahora, en un año de gobierno, no han visto ningún efecto tangible del interés de Fox por la educación.

“No hay resultados”, afirma Rolando García Estrada, director de telesecundarias del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca. “No hemos visto mejora alguna en un año de gobierno; tal vez las cosas sean diferentes en los próximos cinco años”, agrega.

En México todavía es común que el que protesta más fuerte consiga más dinero”.

“El señor Fox prometió muchas cosas en su campaña sin apreciar bien el tamaño de los problemas del país”, señala Gilberto Ramírez Melgar, coordinador general de educación básica y normal del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca y miembro del PRI, que aun domina la política en Oaxaca.

Una recesión en México, que siguió al declive de la economía norteamericana, ha contribuído a la incapacidad de Fox de cumplir con sus promesas de campaña acerca de la educación, añade Ramírez.

Oaxaca ilustra las dificultades que enfrenta México para aumentar el nivel educativo en un estado mayormente rural. Un terreno montañoso y una gran diversidad de grupos indígenas, a los que se suma una extrema pobreza, hacen de Oaxaca uno de los desafíos más grandes en educación.

Una de cada cuatro escuelas fue construída en lugares sin caminos de acceso, estima un funcionario de educación del estado. Los maestros asignados a esas escuelas tienen que llegar a pié y algunas veces llevan consigo su propia comida. El estado tiene 16 grupos étnicos, que en conjunto hablan por lo menos 50 lenguas o dialectos diferentes.

Pero no es que no se haya hecho nada para llevar la educación a Oaxaca.

A nivel nacional el promedio de nivel educativo de un mexicano de 15 o más años de edad ha aumentado desde tres años en 1960 a casi ocho años en el año 2001. En el mismo período, el nivel de instrucción promedio en Oaxaca pasó de primer a sexto grado, gracias a las estrategias para alcanzar a los niños en áreas rurales pobres.

En los noventa, por ejemplo, México creó escuelas secundarias en varias comunidades mediante la expansión de un viejo programa de telesecundaria, que se transmite desde la Ciudad de México e incluye programas de las materias educativas que los niños ven por televisión en las escuelas.

El gobierno mexicano también ha empezado a tener en cuenta las necesidades de los estudiantes indígenas dándoles, a gran escala, la opción de asistir a escuelas bilingües.

Además, el gobierno sigue expandiendo el programa de escuelas informales en pueblos de hasta 500 habitantes. A lo largo de este programa, jóvenes que han completado al menos el noveno grado de educación son reclutados para enseñar durante uno o dos años, a cambio de becas que pueden usar para su propia educación.

Pero el gobierno tiene aun mucho por hacer para revertir las desigualdades educativas en estados como Oaxaca.

Las diferencias entre las escuelas en términos de recursos disponibles son llamativas.

Las escuelas privadas de Oaxaca son un caso aparte. A diferencia de otros países de América Latina, éstas escuelas privadas no reciben dinero del gobierno. Muchas están bien administradas por ordenes católicas y son atendidas principalmente por niños de las clases media y alta.

Si un estudiante de una escuela privada quiere emigrar a los Estados Unidos, probablemente es para aprender inglés, dice el reverendo José Sala Arno, un sacerdote que es además director de la secundaria del Instituto Carlos Gracida, un centro privado.

El instituto está emplazado en un pujante predio en el extremo sur de la ciudad de Oaxaca. La escuela, que atiende desde el jardín de infantes hasta el noveno grado, tiene tres canchas de fútbol, dos de baloncesto y uno de béisbol.

Y la escuela provee a las actividades académicas un nivel de recursos similar al que dedica a las deportivas. Por ejemplo, sus 370 estudiantes de secundaria tienen un centro de computación y la escuela ha contratado una persona de habla inglesa, un ex maestro de matemáticas de Detroit, que les está enseñando inglés avanzado.

“Es una de las mejores escuelas de Oaxaca; es exigente”, dice Alba Espinoza Franco, madre de un estudiante de séptimo grado en la escuela Carlos Gracida.

En algunas clases, los maestros estimulan un tipo de aprendizaje práctico y con presentaciones de los estudiantes, similar al que se ve en las escuelas de áreas residenciales suburbanas acomodadas de los Estados Unidos.

En una clase de física de noveno grado, los estudiantes traen objetos caseros para ilustrar las propiedades de los gases, los líquidos y los sólidos. Un proyecto que recibe elogios del maestro consiste en un pequeño barco de metal con un pequeño tanque de agua construido por el alumno. Este expone a una llama el minitanque de agua del barquito y luego pone a éste en una palangana. El agua en el minitanque se convierte en vapor y hace mover el bote dentro de la palangana.

Las familias compiten entre ellas, cortejando a los directores y a los maestros, llegando a veces a sobornarlos, para matricular a sus hijos en las mejores escuelas públicas.

Pero la mayoría de los mexicanos no tienen dinero como para enviar sus hijos a escuelas privadas. Las familias compiten entonces entre ellas, cortejando a los directores y a los maestros, llegando a veces a sobornarlos, para matricular a sus hijos en las mejores escuelas públicas.

Una escuela pública con mucha demanda en la ciudad de Oaxaca es Niños Héroes de Chapultepec. Los 480 estudiantes del nivel primario parecen estar entre los mejores atendidos por el gobierno mexicano, en cuanto a recursos se trata.

Por caso, la escuela obtuvo recursos federales a través de la oficina estatal de educación, para construir una biblioteca y un centro de computación. Además de los maestros regulares, la escuela tiene maestros de educación física, computación y música.

En contraste, los 116 estudiantes de la escuela primaria Ignacio M. Altamirano, en San Pedro Coatlán, un pueblo rural cercano a la sureña ciudad de Miahuatlán, no tiene servicios extra como un centro de computación o una biblioteca, pese a que recibe dinero del mismo gobierno que provee a Niños Héroes. La Ignacio M. Altamirano tampoco tiene maestros especializados y por lo tanto los maestros se encargan de varias materias, incluída educación física.

La mayor parte del apoyo a las escuelas privadas proviene de los 1.500 residentes de San Pedro Coatlán, dice Omar Gómez Martínez, un maestro del tercer grado. El pueblo pagó y construyó dormitorios para los maestros. Recientemente, un comité de ciudadanos renovó un salón para el primer grado, trabajando gratuitamente durante el invierno.

“Recibimos muy poco apoyo del gobierno”, dice Gómez. Las escuelas de la ciudad reciben más, pues los directores viven cerca de las oficinas de los funcionarios de gobierno y tienen más oportunidades para pedirles dinero, explica Gómez.

Niños Héroes no sólo tiene más recursos que sus equivalentes rurales, sino también que otra escuela que funciona en el mismo edificio. Cuando termina la jornada en la escuela Niños Héroes, comienza la de otro grupo de niños, que si bien usan el mismo edificio tienen un director y un grupo de maestros diferentes, cuya escuela se llama Rufino Tamayo, en honor al artista homónimo nacido en Oaxaca. Los establecimientos públicos primarios en las ciudades mexicanas tienen habitualmente ese tipo de arreglo entre escuelas diurnas y vespertinas.

Gabriela Pérez Ramírez, una profesora de educación de la Universidad Pedagógica Nacional para maestros en servicio de Oaxaca, explica que las escuelas diurnas del estado típicamente atienden a estudiantes de clase media y en general brindan una mejor calidad educativa que las vespertinas, que típicamente atienden a los niños pobres y proveen una educación menos sólida.

“Los niños que van al turno vespertino tienen que trabajar por las mañanas y llegan a la escuela muy cansados”, dice Pérez. “Lo mismo sucede con los maestros; trabajan por la mañana en otras escuelas y están muy cansados y no quieren trabajar. Dan ejercicios fáciles a los estudiantes, no explican las materias”.

Las autoridades educativas de Oaxaca niegan que haya un patrón de segregación social o en las características de la enseñanza de las escuelas diurna y vespertina.

Pero Adán Agreda Guerrero, director de la escuela Niños Héroes, reconoce que su escuela generalmente admite niños de clase media y sólo acepta niños pobres si éstos tienen notas sobresalientes. El criterio de admisión favorece a las familias que viven cerca de la escuela, a las que ya tienen un niño estudiando en la escuela y a aquellas que han enviado sus niños al jardín de infantes, cuenta Agreda Guerrero.

Niños Héroes exige que cada niño tenga tres uniformes, y un comité de padres de familia establece cuotas extras que las familias con niños en la escuela deben aportar para subsidiar la compra de computadoras y cosas por el estilo.

“Es feo decirlo, pero ésta es una escuela de un medio pudiente”, dice Agreda. “Los padres de familia tienen más recursos; normalmente aquí los niños son hijos de médicos y otros profesionales”. Además, muchos funcionarios de educación del estado también envían sus hijos a la Niños Héroes, agrega.

Orbina Villareal Mejía, directora de la escuela vespertina Rufino Tamayo, dice que las dos escuelas comparten el mismo edificio pero están socialmente segregadas. “Aquí tenemos una situación de segregación”, acusa.

Los 140 pupilos que asisten a la Rufino Tamayo son de clase baja, la menos pudiente, y son los que rutinariamente más cambian de escuela, según Villareal. La escuela acepta a cualquier alumno.

Algunos de los estudiantes dejan a sus padres y trabajan para familias de clase media en la ciudad, a cambio de habitación, comida y gastos asociados a la asistencia a la escuela, dice Villareal. Al igual que otras escuelas mexicanas que atienden a niños de bajo nivel socioeconómico, la Rufino Tamayo suele tener niños repetidores. Una niña de 13 años, por ejemplo, asiste al segundo grado.

Además de tener diferentes criterios de admisión, las escuelas reciben recursos desiguales. La diurna tiene acceso al centro de computación y la biblioteca, pero la vespertina no.

Villareal dice que entiende la restricción en el uso del centro de computación; es porque los padres de familia de la escuela diurna pagan por las computadoras del centro y libros para la biblioteca. Sin embargo, añade, los estudiantes de la Rufino Tamayo no pueden usar la biblioteca ni siquiera para usar los propios libros de la escuela. Por esto Villareal guarda los libros de la Rufino Tamayo en su oficina.

Pero lo que los padres de familia citan como el mayor obstáculo al mejoramiento de la educación en Oaxaca no es la desigualdad, sino la corrupción en todos los niveles del sistema y la concentración excesiva de poder en el sindicato de los maestros.

“Cualquier persona de recursos en América Latina evita las escuelas públicas, porque el sistema es muy deficiente”, argumenta el Padre Sala, director de la secundaria del Carlos Gracida. “Hay pocos recursos gubernamentales y un montón de corrupción”, dice. “La corrupción llega a todas partes; comienza en (la oficina de) el presidente y se esparce como una mancha de petróleo en el mar”.

El común de la gente comparte ampliamente la creencia que los funcionarios nacionales de educación se quedan con dinero que debería ir a las escuelas, algo que los propios funcionarios niegan.

Todo el dinero federal canalizado a través de la oficina de educación del estado de Oaxaca va hacia las aulas de las escuelas, dice Eduardo Escarraga Valle, coordinador general de planeación educativa del estado. “La gente no entiende que yo tengo que pagar la luz, el alquiler y el agua de la escuela”, dice.

Cuando García, el responsable de las telesecundarias del estado, es consultado sobre la corrupción, señala un letrero dirigido a sus empleados que prohíbe aceptar sobornos y anima a la gente a denunciar a las autoridades a cualquiera que lo haga. Pegado a una pared, el aviso sobresale por sobre varias personas agrupadas fuera de la oficina de García, en búsqueda de una posición de maestro en la telesecundaria.

Tanto los funcionarios del estado como los federales culpan al gremio de los maestros por muchos de los problemas educativos del país. Ellos y los padres de familia se quejan de que el sindicato suspende las clases frecuentemente para hacer reuniones o huelgas nacionales que suelen durar hasta 20 días, sobre un año escolar de 200 días.

Alejandro Leal Díaz, secretario general del sindicato de maestros del estado de Oaxaca, que tiene 65.000 afiliados, dice que su organización se ha hecho eco del negativo sentimiento público. En respuesta, ha dejado de realizar huelgas totales y ha pedido a las escuelas que envíen solamente algunos maestros a las manifestaciones.

Leal Díaz, un hombre jóven que sonríe frecuentemente y parece relajado aun cuando defiende al sindicato de las críticas, sigue los desarrollos educativos de los Estados Unidos, como evidencia su mención a la acta del 2001 sobre educación, ‘Que Ningún Niño Quede Atrás’. También conoce, y le preocupan, las sugerencias sobre políticas educativas para México que hacen organizaciones internacionales, como el Banco Mundial.

El líder sindical rechaza el argumento de que los actos gremiales causen problemas. Los maestros, dice, se han hecho más eficientes para enseñar y por eso pueden tomarse algún tiempo de la escuela para participar en actividades sindicales.

Pero la fortaleza del sindicato realmente es una fuente de problemas, insiste mucha gente. Los maestros dicen que es imposible conseguir una posición en una escuela pública si no se es miembro del sindicato, y casi imposible ascender si no se es un activista del mismo.

Leal Díaz confirma que tal es el caso de Oaxaca. “Sería muy difícil para un maestro conseguir traslado a una nueva escuela si no fuera miembro activo del sindicato”, explica. “Los otros maestros lo rechazarían”.

Los maestros dicen que el sindicato llega al extremo de hacer un seguimiento de quienes asisten a las manifestaciones de protesta.

“La gente que más grita, los que enfrentan a la policía y hacen pintas en las paredes, son los que se quedan con los mejores puestos para enseñar”, dice Eduardo López López, Maestro de 32 años que trabaja en escuelas privadas. “No lo soporto; por eso no soy parte del sistema de escuelas públicas. Uno puede tener todas las credenciales para administrar una escuela, pero si no le agradas a alguien del sindicato, no tienes ninguna posibilidad”.

Estela Pimentel Camacho, una maestra veterana de la escuela Niños Héroes, que integra el sindicato y apoya sus actividades, replica que el sindicato ha forzado al gobierno a hacer algunos cambios beneficiosos para los alumnos, como la entrega gratuita de textos escolares para el nivel secundario. Anteriormente, el gobierno sólo entregaba textos gratuitos para el nivel elemental.

Los funcionarios de la Secretaría de Educación Pública designados por el presidente Fox creen que en el primer año de gobierno han producido mejoras tangibles en el sistema educativo. Fraustro, el subsecretario de planeación y coordinación, señala como muestra la creación del programa de Escuelas de Calidad. El programa establece un sistema competitivo de subsidios para mejoras de escuelas urbanas con alumnos pobres, lo que al mismo tiempo estimula la toma de decisiones a nivel local.

El gobierno promovió el programa a través de avisos televisivos durante el pasado invierno. Hasta ahora, el programa ha beneficiado a 2.300 escuelas. Además, el ministerio ha aumentado mucho el número de becas disponibles para estudiantes pobres que asisten a la escuela secundaria y a la universidad, dice Fraustro. El programa alcanza a muchos estudiantes rurales en estados como Oaxaca.

Al mismo tiempo, reconoce Fraustro, “el sistema educativo no se puede cambiar de manera sustancial en un año; llevará varios años mostrar resultados”.

Los mexicanos deberían ver cambios tangibles con la implementación del nuevo plan de educación, que recién se está poniendo en práctica, dice Fraustro. Durante el invierno, funcionarios del gobierno federal se reunieron con los de los estados para ver de qué modo satisfacer hacia el 2005 las 250 metas del nuevo plan del Ministerio de Educación. El plan cubre desde la preescolar hasta la educación superior.

“Hemos hecho progresos”, dice Fraustro. “Tenemos un plan específico, con metas precisas acerca de hacia dónde ir”.

Eduardo Vélez Bustillo, líder de la división de desarrollo humano del Banco Mundial para varios países de América Latina, incluído México, dice que el nuevo plan no difiere mucho de los de administraciones anteriores, pero sobresale por su énfasis en la evaluación de la enseñanza y en hacer públicas esas evaluaciones.

“Es parte de la nueva administración lograr una mayor transparencia”, dice Vélez Bustillo desde su oficina en un rascacielos con vista a la ciudad de México. “Esta administración quiere poner todas las cosas sobre la mesa”.

NOTA: Todos los funcionarios de educación del gobierno e investigadores contactados para este artículo y los que acompañan este reportaje fueron entrevistados en inglés o con la ayuda de un intérprete. Los padres de familia, los maestros (con excepción de Eduardo López López y Gabriela Pérez Ramírez, quienes hablan inglés) y los estudiantes fueron entrevistados en español.

Carlos Muñoz Izquierdo, economista de la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México, un veterano investigador de temas educativos, dice que el éxito del nuevo plan educativo, que en su opinión está muy bien elaborado, dependerá de la capacidad de la administración Fox de ponerlo en práctica superando dificultades tales como las que le presente el sindicato de maestros. Muñoz Izquierdo es optimista sobre los planes del gobierno para establecer un instituto de evaluación educativa.

“Si ese instituto cumple con su cometido, ayudará a mejorar la calidad de la educación”, dice Muñoz Izquierdo. “Permitirá controlar la calidad del sistema, mostrará los puntos que necesitan reforzarse”, se entusiasma.

Ese tipo de “decisiones aisladas” que tomó el gobierno de Fox han hecho que Muñoz Izquierdo abrigue alguna esperanza de cambio. Aun así, agrega, “el sistema es difícil de mover”.

—Traducción por Sergio Serrichio.

La cobertura sobre temas educativos internacionales es auspiciada en parte por The Atlantic Philanthropies.

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